Amanece,
y tú que partiste la Luna con tus manos
en copas cristalinas de ginebra,
mientras el insomnio se desquiciaba
en los aullidos de las tripas
de una raya de farlopa.
Y tú en silencio.
Amanece,
y tú que partiste la Luna con tus manos
en copas cristalinas de ginebra,
mientras el insomnio se desquiciaba
en los aullidos de las tripas
de una raya de farlopa.
Y tú en silencio.